domingo, 30 de diciembre de 2012

El Elemento


Imagen extraida de: Re-imaginando

Me siento frente al ordenador y la representación virtual de una hoja de papel en blanco en la pantalla me devuelve mi reflejo durante varios minutos, demasiados tal vez, mientras las palabras de Charles, el pianista, se repiten en mi cabeza: "<<No -dijo-, lo que quieres decir es que te gusta la idea de tocar los teclados. Si te encantase, lo estarías haciendo. >>" (Robinson, 2009, p. 39). Esto es lo que le respondió dicho pianista a Ken Robinson después de que este le declarara que le encantaría tocar tan bien como él. Sin duda alguna este es uno de los pasajes que más me han impactado del libro, ya que hace poner en entredicho cosas que uno da por conocidas de sí mismo. ¿Qué nos gusta? ¿Qué se nos da bien? ¿Qué creemos que podemos hacer? Y, sobretodo ¿hacemos aquello que realmente queremos? De todo ello y mucho más trata la obra de Robinson El Elemento (2009).
A través de un gran número de historias reales el autor define y reformula conceptos como creatividad, imaginación e inteligencia y nos habla de vocación, capacidades, esfuerzo, barreras, oportunidades y, ante todo, elecciones. Haciendo tambalear prejuicios, ideas que damos por sabidas sobre nosotros mismos y nuestra sociedad, Ken Robinson nos invita a iniciar la búsqueda de nuestro propio Elemento, “[…] el lugar donde convergen las cosas que nos gusta hacer y las cosas que se nos dan especialmente bien.” (Ibid., p. 12).

El Elemento está compuesto por once capítulos, además de una introducción y un epílogo, a lo largo de los cuales, basándose en casos reales, Robinson expone su teoría, sustentada, desde mi punto de vista, en tres pilares básicos: el propio concepto de Elemento, redefinir el concepto de inteligencia y las implicaciones teóricas y prácticas que ello implica; y la superación de barreras y la toma de elecciones (autonomía individual).

El concepto de Elemento ocupa el primer capítulo. Pero, ¿qué es el Elemento? Según el propio autor “el Elemento es el punto de encuentro entre las aptitudes naturales y las inclinaciones personales.” (Ibid., p. 36). Y además “[…] tiene dos características principales y hay dos condiciones para estar en él. Las características son: capacidad y vocación. Las condiciones son: actitud y oportunidad.” (Ibid., p. 37)
Como podemos ver, el concepto no es simple. El Elemento no es una capacidad, una habilidad o una actitud; tampoco un campo de conocimiento, una ocupación o una competencia. El Elemento  es todo eso y mucho más al mismo tiempo pero un concepto totalmente distinto a cualquiera de ellos. Como describe Ken Robinson consta de dos características y dos condiciones, lo cual hace que definir un Elemento o elaborar un listado con los distintos Elementos que podamos encontrar sería imposible, dado que éste es tan único como cada individuo.
Definir el Elemento de una persona puede ser mucho más difícil que saber si dicha persona lo ha encontrado o no, ya que los límites pueden llegar a ser muy difusos. El Elemento puede abarcar actividades muy concretas y delimitadas, como por ejemplo tocar un instrumento musical concreto y, además, ciertos estilos musicales; o ser muchísimo más amplio, como por ejemplo todo lo relacionado con la música. Una misma persona incluso podría descubrir distintos Elementos a lo largo de su vida en actividades “aparentemente” dispares, como las matemáticas y tocar un instrumento musical. Pero aunque no podamos elaborar una “clasificación de Elementos”, lo que es seguro es que este tiene que ver con la inteligencia, la imaginación y la creatividad, lo cual da paso a los siguientes capítulos del libro.

El segundo pilar de la propuesta de Robinson es la necesidad de repensar sobre el concepto que tenemos de inteligencia y el uso que hacemos de dicho concepto. Tradicionalmente el concepto de inteligencia se ha limitado a lo que Howard Gardner denomina, en su teoría de las inteligencias múltiples, inteligencia lingüística e inteligencia lógico-matemática (Gardner, 1987). En mi opinión, similar a las de Gardner y Robinson, esta definición es una manera extremadamente limitada de conceptualizar la inteligencia del ser humano. Pero a pesar de dicha limitación, esto no ha impedido que la sociedad occidental, y en especial nuestros sistemas educativos, se organicen en torno a este concepto. Se ha creado una profunda cultura académica (Pérez Gómez, 2000) asentada en dicha definición de inteligencia con una compleja y poderosa industria dedicada a la elaboración e implementación de pruebas estandarizadas para el cálculo de la inteligencia, el rendimiento académico, etc. (Robinson, op. cit.). Industria fuertemente influenciada a su vez por modelos económicos neoliberales y con grandes intereses (Torres Santomé, 2011).
Todo ello no hace más que impedir a los sujetos ser conocedores de sus verdaderas capacidades e impedir que encuentren su Elemento, por lo que se hace necesario repensar los sistemas educativos dando al resto de inteligencias la importancia que se merecen y, sobretodo, poniendo la creatividad en primer plano en nuestras escuelas, en lugar de eliminarlas de la mente de nuestro alumnado (Robinson, op. cit.).

La mejor manera para abordar la que considero la tercera idea principal del libro es con la siguiente cita: "El miedo es, quizá, el obstáculo más común para encontrar el Elemento." (Ibid. p. 159). Aunque la segunda idea principal trataba en parte de romper barreras, de repensar conceptos y reestructurar nuestra forma de organizar la sociedad y sus mecanismos; la tercera idea gira en torno a romper barreras de carácter más individual, nuestros propios miedos, que, aunque compartidos muchos de ellos, en el fondo propios de cada sujeto. Como bien indica el autor, "las barreras para encontrar el Elemento son como tres <<círculos de restricción>> concéntricos. Estos círculos son personales, sociales y culturales." (Ibid., p. 155). Pero a mi forma de ver, la clave para delimitar esta tercera idea principal no es el origen de los miedos, si no su solución. A lo largo de la tercera parte del libro, Robinson invita al lector a tomar las riendas de su propia vida y de sus elecciones, derribar prejuicio sobre nuestras propias capacidades y miedo al fracaso o al tiempo.

Aunque ya he comentado los que son, desde mi punto de vista, las tres ideas principales del libro no puedo omitir algunos de los múltiples conceptos que define Robinson a lo largo del libro. Entre ellos quiero destacar dos: el concepto de tribu y el de mentor.
La tribu está formada por aquellas personas con las que el individuo conecta y con las cuales comparte el mismo Elemento, de forma que dicha relación la hace ser más sí misma.
El mentor no se presenta como un simple enseñante o tutor, si no como aquella persona que nos estimula y facilita el encuentro con nuestro Elemento, al tiempo que nos exige, no de manera negativa, si no de forma constructiva, incitándonos a mejorar. Aunque no la he catalogado como una de las ideas principales del libro, el concepto de mentor es de los que más me ha interesado, en parte porque creo que mi Elemento se encuentra en esa dirección.

Como conclusión añadir que a pesar de su contenido, El Elemento no es un libro puramente académico desde mi punto de vista. Su estilo, basado en la narración de los casos reales, hace que la lectura no sea muy densa. Aunque este mismo hecho produce que el libro se acerque, en mi opinión, peligrosamente a la categoría de “autoayuda”. Para mí esta es su principal falla, dado que las ideas y planteamientos que Robinson trata en su libro implican un potente impacto a nivel educativo, aspecto que no se explota lo suficiente en la obra. Por otro lado, el carácter general, global, de El Elemento me hace pensar que podría tratarse más bien de una obra introductoria que puede dar paso a textos futuros más especializados.


BIBLIOGRAFÍA
-    Gardner, H. (1987). Estructuras de la mente. La teoría de las múltiples inteligencias.  México, D. F.: Fondo de Cultura Económica.
-        Pérez Gómez, A. I. (2000). La cultura escolar en la sociedad neoliberal. Madrid: Morata.
-        Robinson, K. (2009). El Elemento. Barcelona: Grijalbo.
-        Torres Santomé, J. (2011). La justicia curricular. Madrid: Morata.

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