Viñeta de Albert Monteys |
Mi propia definición de democracia se basa en tres características principales: participación, libertad y responsabilidad. El elemento fundamental de lo que considero una democracia real es la participación. Realmente, el resto de características no son más que producto o condiciones de la participación.
Casas y Botella (2003) comienzan su texto aclarando que la
democracia “[…] entendida como “gobierno del pueblo, para el pueblo y por el
pueblo”, es entendida, en la práctica, como gobierno de representantes elegidos
por el pueblo y sujetos a control por parte del pueblo.” (p. 30). Si bien
entiendo la necesidad de la existencia de representantes; es fundamental que la
existencia de los mismos esté totalmente justificada y, sobretodo, que la
participación ciudadana no se limite a la elección de dichos representantes.
Como bien indica la cita, dichos representantes, a la vez que representar,
deben estar sujetos a control. En el contexto actual, y en nuestro país
concretamente, ambos aspectos están totalmente en entredicho. El propio sistema
electoral y de organización política pone en tela de juicio el grado real de
representación y; sobretodo, el control sobre los actores políticos es
totalmente inexistente, siendo estos inmunes a cualquier tipo de control por
parte de la ciudadanía (salvo las elecciones cada cuatro años).
Sin embargo el sistema está diseñado de tal modo que
contempla tanto la representación como el control, a través de métodos
cuestionables, pero que existen y, por tanto, justifican el sistema. Es en este
momento cuando los otros dos pilares de la democracia aparecen como requisitos
para que esta sea una garantía.
La libertad y la responsabilidad son condiciones que van
ligadas, ya que el desequilibrio entre ambas conducen a situaciones de abuso.
Actualmente, la corrupción y la explotación y esclavitud son ejemplos de estos
abusos, producto de la existencia de sectores y grupos que gozan de una
libertad casi absoluta y que actúan sin ningún tipo de responsabilidad. Pero no
solo estos son ejemplos de esto, sino que la supuesta libertad de elección de
representantes políticos por parte de los ciudadanos, queda visiblemente en
entredicho frente a un análisis en profundidad. En una sociedad donde la
opinión mediática bombardea constantemente a la ciudadanía, la libertad
individual corre el riesgo de ser utilizada como arma de doble filo, que sirve
para justificar la falta de participación. “El ciudadano tiene la
responsabilidad de participar, pero si ejerce su derecho a no hacerlo, tiene
libertad para ello.”
Por otro lado, la libertad, requiere, como bien indican los
autores mencionados, del principio de igualdad. La propia libertad está
influenciada por las condiciones sociales, económicas y culturales. El
principio de igualdad consiste en garantizar los requisitos necesarios para que
toda la ciudadanía pueda ejercer su participación con libertad y
responsabilidad. El sistema democrático requiere por parte del individuo de su
capacidad para utilizar los medios de participación y control de los que
dispone, incluso para poder decidir, realmente, no participar.
Una educación democrática es necesaria, ya que sin la
existencia de esta, la libertad y responsabilidad individual son pervertidas y
distorsionadas para el beneficio de aquellos agentes que se benefician de la
situación de desigualdad.
Bibliografía y fuentes
Casas Vilalta, M. y Botella Corral, J. (2003). La democracia y sus retos en el siglo XXI.
Elementos para la formación democrática de los jóvenes. Barcelona: Praxis.
Dewey, J. (9ª ed., 1978). Democracia y educación. Buenos Aires: Losada.
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